Las elecciónes presidencial del 12 de octubre en Camerún no marcó una transición, sino la continuidad de un régimen envejecido que bloquea el cambio mediante estructuras de control político e institucional. Paul Biya, con 92 años y más de cuatro décadas en el poder, consolida su octavo mandato en un clima de creciente deslegitimación.La exclusión del opositor Maurice Kamto por parte del órgano electoral ELECAM, sumada a las acusaciones de parcialidad institucional y a las protestas en ciudades como Douala, reflejan un proceso viciado y profundamente cuestionado. La declaración anticipada de victoria por parte de Issa Tchiroma Bakary fue respondida con acusaciones de conspiración por parte del gobierno, lo que evidencia el cierre total del sistema ante la disidencia. A pocos días del fallo del Consejo Constitucional (cuyo alineamiento con el poder Ejecutivo es evidente), la expectativa es de tensión y no de pacificación. Mientras tanto, el país enfrenta conflictos armados, una economía frágil y una juventud sin perspectivas, factores que erosionan aún más la legitimidad del Estado. Biya no busca un nuevo mandato, sino sostener un régimen que ya no se renueva: se defiende.